En mi humilde opinión, el espárrago fresco gana por goleada al de conserva en sabor y consistencia; no soy nada forofa de esos espárragos ultrablandurrios. No me salgáis ahora con que el espárrago de conserva es así o asá, y que no habré probado espárragos en conserva de calidad, y todas esas observaciones cariñosas y constructivas que recibimos en El Comidista cuando expresamos una opinión o gusto personal. Relajad los músculos, que algunos estáis muy tensos.
Esta receta se la copié hace algún tiempo al cocinero belga Pascal Devalkeneer, aunque no sé si es de su autoría. Me llamó la atención porque nunca había visto cocinar espárragos blancos en rodajas; ignorante que es una. Es sencilla a más no poder y el resultado es magnífico; el azúcar de la receta es para contrarrestar el ligero amargor de los espárragos, al igual que se hace cuando se preparan cocidos. Si rematáis la faena con un huevo escalfado o frito tendréis un plato de temporada fácil y de postín.
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