Aunque estamos acostumbrados a tener frutos del bosque durante todo el año, lo cierto es que, como todas las frutas, tienen temporada. En concreto, la de las frambuesas es de julio a octubre, cuando hace calorcito, y es la oportunidad perfecta para comer frambuesas llenas de sabor, con la acidez y dulzor justos, bien firmes.
Uno de los postres que más realzan esta maravillosa fruta es el cranachan, un clásico de Escocia, uno de esos postres en formato vasito que son tan cómodos de preparar, porque son mono-ración, se pueden hacer con antelación, son súper fáciles y, sobre todo, quedan monísimos. El cranachan se compone de tres elementos principales: una nata montada con whisky y miel, aireada y cremosa; un puré de frambuesas bien intenso, y copos de avena tostados para darle crujiente y un extra de sabor en cada bocado. Tuve el gusto de descubrirlo en Serious Eats y no me pude resistir a hacerlo, la receta que os traigo hoy es una versión un poco modificada de la suya.
Un par de notas: el queso mascarpone es opcional, pero muy recomendable. No está ahí para dar sabor a la nata, sino para estabilizarla: cuando se enfría, el mascarpone es prácticamente sólido, lo que va a hacer que la nata quede más densa y aguante más tiempo montada, sin perder volumen. En cuanto a los copos de avena: asegúrate de tostarlos profundamente, porque así es como van a brillar, en contraste con la acidez de las frambuesas y el dulzor de la nata.
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